EL VALOR PROFUNDO DE LA BELLEZA Y SUS AMENAZAS ACTUALES
Compartimos con vosotros el artículo que nos manda Emilio García-Sánchez, base de la Microconferencia que impartió el pasado 12 de enero en la Universidad de Jaén.
Merece la pena leerlo...#parapensar.
Agradecemos de nuevo su colaboración a Emilio y esperamos contar más veces con sus artículos y conferencias.
El valor profundo de la Belleza y sus amenazas actuales
Emilio García-Sánchez
Profesor de Bioética
Universidad CEU Cardenal Herrera- Valencia
La primera idea que quiero sostener y subrayar con fuerza es que la belleza es una de las dimensiones más importantes de la persona. Me resulta difícil creer que pueda haber alguien que no comparta esta afirmación. Se trata de un aspecto trascendente en el hombre y en la mujer, porque lo eleva, no lo rebaja, lo ennoblece. Constituye una dimensión humana que no puede ser minusvalorada, despreciada. La belleza facilita la armonía de la que emerge entre otros el sosiego, no el estrés; facilita la contemplación no la aceleración. Posee un encanto, un poder oculto que no solo seduce sino también alegra, consuela, humaniza a la propia persona y a los demás. Su valor sublime en la vida de cada persona exige y merece atención, respeto, cuidado.
La experiencia estética es inseparable de la estructura existencial del ser humano, por eso el deseo por la belleza atraviesa la historia humana. No se puede ser alcanzar una vida lograda y feliz sin prestarle atención a la belleza, pero a una belleza que ha der integral no solo epidérmica o externa, una belleza que englobe a la totalidad de la persona corporal y a todas sus dimensiones. La belleza de una persona vida no puede reducirse a la forma de su nariz.
La belleza constituye un diamante en bruto que hemos de pulir para que refleje lo que verdaderamente significa y resplandezca, sacando hacia fuera toda la fuerza que contiene. Al ser un diamante – una perla preciosa- si se corrompe es pésimo, y pésimas son también sus consecuencias. En mi opinión, normalmente una belleza corrupta procede también un corazón corrupto. La verdadera o la falsa belleza siempre va de dentro hacia fuera, no al revés, se trabaja y gestiona en el interior.
La verdadera belleza es aquella que respeta al hombre y a su dignidad ontológica (dignidad de su ser), y que respeta y asume unas de sus condiciones más humanas: la vulnerabilidad, la fragilidad, la debilidad. La belleza hunde su raíz en el valor interior de la persona. Por este motivo su valor real – lo que vale una persona o lo que es- no puede ser reducido o encerrado en su apariencia dermoestética. La autenticidad personal, conseguir que la gente posea una actitud más auténtica sobre sí misma y sobre su belleza, consiste en primer lugar en que cada persona se reconozca como un humano verdadero y normal en su propia corporalidad – la que tenga, la dada- al margen de su aspecto meramente facial y al margen de ideales ficticios de bellezas espectaculares por los que sintamos atracción.
La normalidad de nuestra belleza personal y existencial nos la otorga la dignidad humana que poseemos. Cada persona humana debería ser considerada plenamente digna e integra en su corporalidad física dada, sea la que sea. Nadie debería ser más o menos persona, más o menos íntegro, digno y bello solo en función de su mentón, sus piernas, su peso, su talla, su ropa, su raza o sus rasgos. La que es bella es la persona entera, su personalidad completa.
Sin duda, la mejora estética o el embellecimiento corporal pueden proporcionar una cierta satisfacción humana y esto es comprensible e incluso deseable: es muy recomendable embellecerse, arreglarse, retocarse y ponerse guapas/guapos. Pero sin olvidar que ontológicamente, profundamente hablando, las transformaciones estéticas exclusivamente corporales no añaden nada al valor intrínseco de la persona y de su vida. No completan nada que estuviera incompleto. Sin duda esas acciones pueden decorar, mejorar la estética corporal, pero decorar o mejorar no es completar, no es plenificar la vida personal y hacerla entonces perfecta, feliz, satisfecha, con más sentido…. No hace más mujer ni más hombre el hecho de aumentar o quitar partes corporales, retocarse o vestirse con una marca o con otra. Ya hay numerosos testimonios de mujeres que han pasado por un cáncer de mama con mastectomía incluida que se oponen a la reconstrucción mamaria con la incorporación de implantes. Algunas de estas mujeres están convencidas de que su feminidad no está determinada por sus pechos: “(…) un pecho no hace a una mujer. Nuestra actitud, nuestra mente y nuestro espíritu sí lo hacen. Me gustaría que los demás supieran que ser mujer va más allá de tener un par de tetas. Ser mujer es lo que eres en tu interior. Necesitamos amar nuestros cuerpos y aceptar a los demás con sus diferencias…”
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La vida de las personas y la persona en sí no puede ser más respetable social, sexual, jurídica, ni laboralmente ni éticamente por su mera apariencia física y estética. El incalculable valor de la vida humana está enraizado en algo más esencial y eso más esencial no lo puede otorgar la belleza corporal ni proporcionar la forma de tu cara, de tus labios o de tus piernas o de tus ojos o el volumen de tus pechos o de tus glúteos. De tal modo que ninguna acción estética externa puede hacer variar la dignidad intrínseca que pertenece al ser humano por ser quién es.
La estética o la belleza física no tiene categoría suficiente para satisfacer plenamente el corazón del hombre y resolver sus grandes problemas…puede satisfacer una parte pero no el todo. Está viendo cada vez más personas que idealmente piensan que una mejora estética obraría el milagro de solucionar todos los problemas de su vida. Pero el chasco es brutal, sencillamente porque hay otros aspectos de la vida – que no son relativos a la estética- que también deben de funcionar para que la vida tenga sentido y uno pueda asegurar que es feliz.
Desde hace tres décadas estamos asistiendo a una crisis importante en la belleza real. La belleza atraviesa una crisis de comprensión, de valoración, de reconocimiento. Se ha hipertrofiado su valor, se ha salido de madre porque se la ha re-significado, manipulado o incluso arruinado semánticamente. A continuación indico una serie de datos que ilustran esta crisis estética.
1ero. Desde hace años, en la sociedad postmoderna actual viene aumentando el número de feos. Cada vez más personas en el mundo se consideran así: feas. No se ven bien cuando se miran. Se comparan con otras guapas y se sienten peor. La empresa Dove® publica anualmente los resultados de sus encuestas internacionales sobre la belleza en mujeres. Desvela que sólo un 4% de mujeres se consideran guapas, es decir un 96% feas. En varones también aumenta la preocupación por su atractivo físico y por tratamientos estéticos. Les inquieta no ser guapos, competitivos estéticamente para buscar trabajo o para encontrar nueva pareja tras una ruptura. En varones que frecuentan gimnasios se ha detectado sorprendentemente, un nuevo síndrome tipificado como síndrome del vestuario, o de baja autoestima por comparación.
4º. La moda, el imperio de la belleza y la cultura popular estética está difundiendo unos cánones corporales con unos parámetros físicos tan espectaculares que a la mayoría de la población mundial le resulta imposible ajustarse a ellos. Esas características o parámetros se resumen en los siguientes tipos de cuerpos: cuerpos jóvenes, atractivos sexualmente –sexys-, transparentes desnudo o semidesnudo, esbeltos, delgada tendiendo a extrema, vientre plano, pechos tersos y elevados y grandes, piel suave, brillante, sin vello, cuerpos depilados, musculado, caucásico o blanco, es decir no hay modelos de belleza bolivianas, japonesas, chinas, mongolas, africanas, coreanas.
5º. En general esta iconificación estética que se propone y se difunde suele llevar asociada igualmente un proceso narcisificación: aparentar, tener menos edad de la que uno tiene, ser más joven de lo que se es. Como afirma Chul Han hoy se vive en la sociedad del primer plano y del escaparate, una sociedad pasarela que pasea en un escenario continuo donde el cuerpo se enseña mucho, se luce mucho, se graba mucho, se fotografía mucho.
6º. La sociedad de la imagen está imponiendo una dictadura visual al reducir a la persona a su imagen. Ahora eres solo look y los demás son ojos, sería el slogan. Vivir en un desfile de modelos está obligando a muchos una revisión estética continua, al mantenimiento y a un control corporal a veces excesivo, a la autocrítica física: dietas, gimnasio, cosméticos, intervenciones estéticas invasivas y no invasivas. Estos iconos de moda tratan de configurar un modelo de cuerpo perfecto, imponen un único un modelo corporal, uniformado- en determinadas prendas de una o dos tallas- del que quedan excluidos otros rasgos o tipos corporales, otras tallas. Se niega la diversidad corporal, racial, existente entre los seres humanos, difundiéndose o imponiéndose un patrón de belleza exclusivo y excluyente. Más que embellecer o buscar la belleza real lo que intencionadamente se pretende es homogeneizar la belleza: que todos tengan la misma belleza, lo que se llamaría la belleza normativa, para que todos acaben comprando los mismos productos, llevando las mismas tallas de las prendas de moda. De tal modo que quedan invisibilizados signos de la propia personalidad, rasgos – también corporales- de la propia individualidad.
7º. En general se está extendiendo una idea de belleza que no es real. Los canales de difusión están bien determinados y conectados entre sí: marcas de moda y sus empresarios, agencias y empresas de publicidad y mass media. Utilizan como altavoces a los famosos o celebrities (top model, deportistas de elite, actrices, actores, personajes de casas reales). Las empresas y agencias de publicidad les presionan a las marcas de moda para que la publicidad de su ropa (su traje, pantalón, traje de baño) se haga con una celebridad previamente seleccionada que cumple con el icono. Todos salen ganando porque si un traje, una chaqueta vaquera, un coche, ropa interior, un calzoncillo, una colonia, o un cosmético facial lo lleva puesto una famosa o famoso, entonces los followers, los fans, y seguidores de eso famosos van a ir a comprarlos.
8º. La belleza corporal del individuo se ha convertido en un escaparate de comunicación directa. Se pretende que no haya nada que interpretar al contemplar a la persona y a su cuerpo, que no haya lugar al pensamiento. Como dice Chul Han esa belleza provoca un imperativo táctil de palparla y lamerla, incita al touch. Asistimos a una crisis de la experiencia estética. Sirva de muestra dos trending topic: el trasero o los glúteos de Kim Kardashian y los calzoncillos de Cristiano Ronaldo. Más de 50 millones de seguidores en Ínstagram, millones de me gusta y de me encanta. En una sociedad así no hay lugar a la experiencia de lo auténticamente bello porque la exhaustiva visibilidad del objeto destruye la mirada contemplativa.
9º. En la carrera por querer alcanzar ese icono de belleza de moda se están generando alteraciones en el comportamiento personal con riesgos para la salud física y psíquica. También es cierto que muchas personas obtienen resultados positivos por medio de tratamientos estéticos aumentando su grado de bienestar y autoestima. Pero el dato sociológico y médico es que aumenta el número de personas con obsesiones sobre su belleza corporal, sobre su imagen y apariencia física. Los trastornos o patologías – patologías de la belleza- más habituales son: anorexia/bulimia en chicas, vigorexia en chicos, dismorfias corporales o dismorfofobias (distorsión sobre la propia imagen corporal) depresión, trastornos obsesivos compulsivos, daños físicos y psíquicos postoperatorios tras cirugías estéticas (sobre todo mamoplastias de aumento, rinoplastias, abdominoplastias, cirugías bariátricas). Estas situaciones extremas de preocupación estética están sacando a flote una verdadera crisis en la belleza que no se puede obviar dado el número de víctimas que se está cobrando.
Respecto a uno de los trastornos vinculados con la imagen corporal- la anorexia/bulimia- estamos en torno a 500 ingresos hospitalarios al año debido a esta alteración de la conducta alimentaria. Según datos de la Unidad de Psiquiatría de la Conducta Alimentaria del Hospital La Fe de Valencia, en esta comunidad hay cerca de 45.000 casos de chicas diagnosticadas con problemas de anorexia, en distintos niveles (entre 12 y 25 años). Todos los años en España hay muertes por anorexia. De acuerdo con estudios de expertos la presión social, familiar, escolar por la imagen corporal resulta ser uno de los factores desencadenantes de la anorexia aunque no se descartan otros factores genéticos, educativos, etc.
CONCLUSIÓN
1. En esta sociedad de la imagen, cosmetizada, se está presionando a la persona a que viva acompañada de un temor a dejar de ser envidiada, mirada, deseada, a dejar de conseguir el éxito por su belleza y perder cuota de poder. Se le presenta como un peligro el que los demás- la sociedad- descubra rasgos de su vulnerabilidad estética, y pueda por este motivo ser discriminada, excluida y penalizada socialmente.
2. Está produciéndose un sometimiento icónico a ideales corporales que en realidad representan artefactos cosméticos, fantasías sobre cuerpos maquillados, bellezas fraude manipuladas digitalmente por Photoshop, cuerpos pantallas que proyectan mitos estéticos inalcanzables para la mayoría. El resultado lo constituye un déficit u orfandad estética generadora de conflictos personales, de una ansiedad por algo que no existe. Hemos pasado de someternos serenamente a las leyes de nuestra naturaleza a someternos a la ley del gimnasio, de la dieta y del quirófano: es la nueva ley del icono. Pero lo grave es que se están adoptando actitudes transgresoras de los límites corporales por un motivo estético.
3. La presión estética altamente mediatizada y la difusión de iconos espectaculares están causando un aumento de personas con malestar e insatisfacción con su físico. Personas que se sienten inadaptadas o inadecuadas corporalmente en sus distintos ambientes. El cuerpo que uno tiene y que uno es empieza a verse con un cierto desprecio, como un lugar para el miedo, el temor, la inquietud. En casos extremos el cuerpo es visto como un sospechoso agresor, un enemigo próximo que tengo que vigilar, controlar, tenerlo a raya. De hecho se confirman estas sospechas agresivas cuando uno lee y consume productos cosméticos cuyas publicidades contienen explícitos mensajes bélicos: combate la celulitis, neutraliza tu vejez, elimina tus arrugas, luchas contra tu sobrepeso, fortalece tu pelo: lucha fortalece elimina combate. Un campo de batalla. El cuerpo convertido en una pantalla de control: kilos, calorías, grasas. Es la sociedad lipofóbica. Empiezan las autolesiones. Se llega a creer que tu capacidad como persona se reduce a tu capacidad para adelgazar, que tu mayor autocontrol es el control sobre tu peso, porque estando delgada eres más atractivo
4. Al mismo tiempo, ante esta marea de amenazas estéticas, instituciones médicas, empresas de moda y publicidad, familias, y muchos jóvenes normales están abogando por una belleza real que escape de los espejuelos de la moda. Hombres y mujeres de todas las edades con sus celulitis, pechos caídos, pectorales sin músculos, bolsas en los parpados, arrugas, etc., están reclamando a gritos que se suspendan los simulacros de bellezas espectaculares. Urge disminuir el número de personas con cuerpos amordazados y flácidos afectadas por exceso de maquillaje y de liftings.
5. Dostoievski aseguraba en El idiota que La belleza salvará al mundo, pero ¿qué belleza? ¿La de Kim Kardashian o la de Cristiano Ronaldo? La verdadera belleza – la que enloquece al hombre- solo es aquella capaz de despertar la nostalgia de lo inefable. Esta belleza interior – lugar a donde no llega el Botox- es la que tiene el poder de embellecer a toda la persona, y de asegurarle que ella es mucho más bonita que su piel. La belleza real va de dentro a fuera y tiene mucho que ver con sentirse querido y querer, que es en definitiva, y como acaban reconociendo las encuestas, lo que más influye en sentirnos y vernos guapos.
Jaén, 12 de enero de 2017